martes, 4 de agosto de 2009

Unos cuentitos que escribí hace un tiempo

El pollito que tenía bulimia…
09-04-2008

Esta es la historia del pollito que tenía bulimia.

Érase una vez una gallina ponedora que puso 3 huevitos.

Los empollaba con dulzura, y era toda una mamá gallina; y comía maicillos que le ponían sus dueños.

Llegó el día en que dos de los pollitos rompieron el cascarón y adoraron a su mamá gallina.

Quedaba un huevito, pero pasaba que hubo escasez de comida en la casa del dueño de la gallina, y no hubo maíz por un día entero.

La gallinita seguía empero empollando al último huevito. Y el pollito en el huevo oía a su mamá decirle al gallito de la casa que se moría de hambre.

Fue entonces que el pollito se asustó de no tener qué comer, y se decidió a, una vez roto el cascarón, siempre comer un poquito más de lo necesario, por si acaso tuviera que pasar un día entero sin comer.

Así rompió el cascarón, y desde su salida al mundo se dedicó a hacer todo bien. Vivir, ser feliz, y ser un buen pollito; pero siempre comiendo un poquito de más.

Era comedor compulsivo, y sufría un poco por eso, porque sabía que es malo para su salud.

Sin embargo, un día conoció a la pollita Alfredo, y la quiso mucho.

Ella vivía en otra granja, y los dueños de esa granja eran pobres. Y entonces decidió pollito compartir sus maicitos con ella; y se curó del comer en demasía.

Fue así como nuestro galante pollito se curó y además ganó un amor…

FIN

Ana y su familia estelar - Cuento
21-02-2009

Cuando Ana cumplió los 15 años, vivía con sus hermanos y estudiaba, por la mañana en el colegio y en la tarde tomaba clases de Cocina para tener una fuente de sustento para ella y sus hermanos, Juan y Sebastián.

Ellos eran menores a ella, y los tres vivían solos pero recibían visitas de sus tías y tíos. Sus padres habían fallecido ya.

Cuando venían de visita los tíos, Ana los recibía con una amplia y hermosa sonrisa, y con un trato amable. Ella, además, era de gran inteligencia y entendía bien las causas del corazón.

Su tío Frands era como un papá para ellos, y admiraba a Ana, Juan y Sebastián de corazón. Y cuando los visitaba tenía largas conversaciones con Ana sobre la vida, la familia y su trabajo.

Ana conocía los platos preferidos de cada uno de sus familiares, y siempre estaba lista para preparar lo que a su visita le guste.

A Frands le gustaban los chocolates que Ana aprendió a preparar en su curso de Cocina, que ella con dedicación preparaba junto a un helado de leche y vainilla, y cuando Frands no iba a visitarlos, era ella quien, junto con sus hermanos, iba a dejárselos en su casa.

Ana y sus hermanos amaban a todos y se ocupaban en ayudar a todos sus familiares y a consolar a los dolidos, como cuando a su prima María se le murió su perrito, con su presencia cálida y acogedora. Y agradecían a Dios, a su vez, por sus tías y tíos que se preocupaban por ellos.

Estos hermanos y Ana, eran admirados por todos, y pronto se verían a sí mismos aportando a la sociedad y a su ciudad en pocos años más.

Desde los 15 a los 17 años, Ana se dedicó a elaborar platillos que entregaba a sus conocidos; los clientes satisfechos que se había ganado, y con ese dinero pagó cursos de Literatura e idiomas para sus hermanos.

Cuando llegó a sus 18 años y sus hermanos a los 16 y 17 años: Juan 17 y Sebastián 16, llegó a oídos del alcalde de la ciudad, que había una familia de tres jovencitos ilustradísimos que opinaban, escribían y discutían mejor que los adultos en las reuniones a las que asistían, hasta haber estado presentes en una fiesta a la que estuvo invitada la persona más docta de la Alcaldía, logrando los tres en esa reunión, darle ideas a esta persona, para mejorar los controles de restaurantes en la ciudad, y promoción de Turismo basado en la Gastronomía.

El Alcalde, intrigado, fue él mismo a conocer a su familia y decidió presentarles al Productor de Cultura de la Alcaldía.

De ahí, lo insospechado sucedió, y Ana, Juan y Sebastián, se dedicaron a su temprana edad a promover la cultura y la materia “amor”, entre jóvenes y mayores de la ciudad.

- FIN -

Autora: Clara Lucía Placencia O.
Quito, Ecuador

No hay comentarios:

Publicar un comentario